miércoles, 28 de julio de 2010

Entre felicidad y tristeza cap 6



*Intento desesperado de llegar al capítulo 7...*
-¿Puedo preguntar algo?- dije.
-Seguro, niña.
-No se enojará… ¿o sí?- dije aún sintiendo que era inoportuna.
-Con toda la confianza.
-¿Qué le sucedió a su hermana?- no me atreví a preguntar lo de su hijo.
-Ella era una niña muy inquieta, contrario a lo que era yo- empezó- era la niña más alegre y dulce que jamás conocí… ella nació 5 minutos antes que yo y me cuidaba como si hubiesen sido 5 años. Nuestros padres eran personas humildes y con mucho esfuerzo construyeron esta casa y nunca pidieron nada a nadie. Ni a sus padres, mis abuelos nunca nos quisieron, ninguno de los cuatro. No es exagerado decir que no odiaban y que siempre intentaron que mi madre no nos gestara.
>> Un día estábamos jugando en nuestra alcoba y me percaté de que los ojos de Kareen no eran más del color verde azulado que yo tengo, se tornaron turquesa… de hecho ese tono de turquesa parecía imposible. No le comenté nada a mis padres por que no le tomé importancia. Esa noche ella tuvo un colapso y su corazón dejó de latir por unos segundos, luego de eso, sus ojos volvieron a ser como los míos.
>> Me percaté luego de que cada que sus ojos tomaban esa tonalidad, le sucedía algo hasta que un día… el 17 de septiembre de 1964, murió en ese columpio que ves allí. Luego, 25 años después, ese mismo día, mi pequeño hijo murió… sufrió una embolia.
-Lo siento mucho- dije.
-¿Sabes lo curioso?- negué con la cabeza- él nació con ese imposible color de ojos.
-¡Wow!
Por alguna razón desconocida, sentí que lo que me decía era una advertencia, pero no pude descifrar lo que quería decirme.
La señora Kerrie me contó todas las desventuras de su vida y lo difícil que fue superarse para poder llevar adelante su vida sin sus hermanos, lo difícil que fue cuando murieron sus padres, su hijo y el día que su esposo la abandonó. No sabía realmente que a ella le habían sucedido tantas cosas y que aún así no perdía su espléndida sonrisa ni sus ganas de vivir.
Ella alimentó al gato de color blanco y yo me senté en una mecedora que estaba en la sala, me quedé observando el vacío y luego el ronroneo de “Lulú” me regresó a la realidad.
-Eres la pequeña Suseth ¿o me equivoco?- Dijo una señora de cabello gris y ojos apagados.
- De hecho es Suzanne.
-Cierto, cierto- Sonrió.
-He notado que mi gata te quiere, es muy arisca con los niños, y más si son tan lindos como tú- sonrió.
-No lo sé, creo que es porque nos entendemos- dije.
-Soy Edwina.
-Mucho gusto- dije tendiéndole la mano y ella la apretó.
No dijo nada más y se retiró del lugar.
Seguí observando el bosque frente a aquella casa y me percaté de que el columpio se movía, pero no había nadie allí. No le tomé importancia y me relajé.
Regresamos a mi casa muy tarde, pero a mis padres ni siquiera se inmutaron en preguntar en donde estaba.
Me duché y me fui a dormir a la habitación de Sherryn, sin nada más que mi ropa interior y una bata de satín me acosté es el balcón, frente a la alberca… pensando lo genial que sería si ese bendito balcón se desplomara y muriera…
-Suzanne…- escuché a alguien hablarme- ¡Por Dios! Niña despierte.-
Abrí los ojos y mi querida nana me sujetaba por la cabeza
-Se siente bien- dije al notar que estaba cubierta por una frazada.
-¡Niña del cielo!- exclamó- ¿te has vuelto completamente loca?.... pudiste morir de hipotermia…
Miré a mi alrededor y noté que mi cuerpo estaba morado y todo el acabado del piso estaba cubierto de una fina capa de nieve.
Dejé la puerta abierta y empezó a nevar.
-Me iré a la escuela.- dije.
-¿Estas segura?- me preguntó.
-Cualquier cosa menos quedarme aquí- dije- pero no lo tome en el sentido despectivo, es que… ya me comprenderá alguna vez…- suspiré.
Hice todo lo que debía hacer para estar lista para el colegio, y mientras estaba en el auto me percaté de que Martin me estaba regañando por mi estúpido e inconsciente acto de irresponsabilidad al intentar congelarme viva.
Caminé durante 15 minutos mientras esperaba que Laury llegara, su cabello negro y brilloso me indicó que era ella.
-¡Hola!- me dijo con sus ojos verde grisáceos como frisbees- ¿cómo has estado?
-Muy bien- respondí.- ¿y tú?
-yo estaré bien, siempre y cuando siga respirando, no importa como- sonrió.
Luego de un momento de charla animada con Laury sobre su vida social, justo cuando sonó la campana, el chico de malignos ojos turquesa atravesó la puerta de aula de clases.
Todas las miradas se posaron en él, incluso la de la profesora, quien no le dijo absolutamente nada.
Caminó sin siquiera mirarlos y luego se acercó a su asiento, le guiñó a Laury y ella le sonrió.
-Hola pequeña- me susurró sin importarle que la profesora estaba hablando, se acercó y besó mi mejilla.
-Hola Kristian- dije, echando un vistazo a sus hipnotizantes ojos.
Sentí demasiados pares de ojos sobre mí y mi cara se puso colorada.
-Ese chico no es una buena influencia- me dijo mi “conciencia”.
¡Vaya que no lo era!... pero, ¿no me importa? ¡Nah!
Las horas pasaban y le puse atención a cada palabra que salía de los labios de lo profesores, hasta que sonó la campana del almuerzo.
Laury tomó mi mano y me arrastró al tocador.
-¿Cómo lo hiciste?- preguntó
-¿Hacer qué?- le respondí/pregunté.
-¿Cómo rayos hiciste para que el chico más deseado y ligeramente temido de esta institución te diera un beso? Si él no dice ni hola…
-¿Cómo?- bien, creo que fui afortunada…









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