lunes, 26 de julio de 2010

100

Caminando estaba... en su mente sólo se arremolinaban dos ideas.
Seguir caminando y no llorar hasta llegar a su árbol.
Soledad estaba a punto de sufrir un colapso mental... sus cabellos saltaban a ritmo con sus pasos y sus delicados pies estaban llenos de ampollas de tanto correr.
Nada... eso fue lo que encontró al llegar al bosque de Zarcansala...
-Mi árbol- dijo Soledad- Nuestro árbol- gritó.
Cerró los ojos para recordar si había tomado el camino correcto.- pero claro que es el camino corresto, podría venir aquí con los ojos vendados- pensó.
Empezó a hiperventilar y sus ojos llenos de lágrimas no le mandaban ninguna señal útil a su cerebro.
Se arrodilló y dejó de respirar durante un momento... pero ese momento se extendió, y se extendió.
Abrió sus ojos de golpe y se percató de que seguía viva, pero no estaba el árbol de manzanas que había plantado en ese lugar consu padre el día en que tuvieron el accidente donde él falleció.
Sintió que la sangre que corria por sus venas se estaba solidificando y por sus fosas nasales el vapor que intentaba mantener sus vías cálidas empezaba a enfriarse.
Miró al cielo... vió la luna llena de un tamaño más grande de lo habitual... debía de estár en perigeo... y Luego los vientos solares llegaron y provocaron la más deliciosa aurora austral que jamás vió.
-papi...- dijo-... lo siento.
Luego sintió que una mano invisible, pero cálida rodeaba sus hombros y sintió el amor de su padre.
-Soledad, no estás sola- repitió ella, como siempre le decía su padre... y sonrió.

*Esta es mi entrada número 100, ¡Qué cooooooool!*

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