domingo, 17 de octubre de 2010

Buena esa!

Ese día el sol había salido como cualquier otro día... Miranda, una chica de cabello negro azabache estaba en su salón de clases, dande geografía Física con el chiflado de su profesor, cuando de pronto, miró a la ventana al escuchar un grito.
En la mitad del área verde del colegio había un chico, estaba persiguiendo al payaso de la clase, que siempre se fugaba la primera hora.
Miranda intentó ver qué sucedía exactamente, el chico que tenía el cabello tan negro como el de ella, y le caía sensualmente en la cara tenía una pistola... intentaba matar al tonto que tanto detestaba.
Dos policías intentaron quitarle el arma, pero el chico peli-casi-azul comenzó a dispara a diestra y siniestra. Los compañeron de Miranda, al igual que el resto de la escuela se lanzaron al piso, pero ella no se movió, hasta que el chico desapareció de la vista de todos.
Se cortó la luz y el chico con pistola en mano, subió las escaleras y se dirigió al aula 109, el aula en donde estaba Miranda.
Abrió la puerta y todos estaban paralizados. ¿Cómo rayos no lo pudieron detener estos policías?...
Miranda tomó su mochila y salió corriendo... Esperaba que él le dijera algo, pero sólo la miró, con sus penetrantes ojos celestes.
Miranda salió del colegio y intentó tomar un taxi a su casa, pero ninguno la quería llevar.
Corrió a su casa y luego de 5 minutos entró, pero el chico estaba allí, dentro de su casa, sonriendole.
-¿Pensaste que te dejaría ir tan fácil?- dijo caminando hacia ella.
Miranda no respondió.
-El estúpido de tu amiguito no me quiso decir en qué aula estabas, pero, no me rendí tan fácil... me debes algo y me lo pagarás.
-por favor, no le hagas nada a mi mamá, por favor...- Miranda se tiró al suelo y continuó suplicando.
Él se arrodilló junto a ella, miró sus ojos azul intenso y le dió una mordida en los labios, sabian a cerezas, como la última vez. Por un segundo olvidó para qué fue a buscarla y se deleito con la chica, ella le respondió de la misma manera, prácticamente comía su boca.
Se separaron y se dieron un abrazó... ella empezó a llorar y él le colocó el arma en su cabeza...
-Quiero que sea lo menos doloroso posible, por eso pedí hacerlo yo, Miranda, sabes que te amo, pero... no debiste, no debiste hacer que yo te amara...- él también lloró- debo hacerlo, no quiero que te torturen, nó lo soportaría.
-Hazlo rápido- dijo Miranda entre sollozos.
Él le beso el cuello, por última vez, miró a sus ojos y le pidió que los cerrara, apretó el gatillo, y eso fue lo último que Miranda escuchó.

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